¿Qué es la iniciación y qué tiene que ver con una cebolla?

El sentido de la palabra “iniciación” lo dice todo y es sencillo. Pero el significado que atribuimos a esta palabra es muy distinto a su sentido y pocos entendemos a qué va. Crecimos en sociedades en la cuales nunca fuimos iniciados y, a pesar de todo lo que podríamos imaginar a propósito del significado de «iniciación,» no sabemos lo que es, realmente. Tardé mucho tiempo en entender que las palabras tienen significados que usamos comúnmente y por influencia de los medias, la escuela y nuestras muchas fuentes de programación cultural, y luego tienen un sentido conectado con la realidad muchas veces olvidada o ignorada como referencia para nuestro entendimiento.
Empecé a tomar consciencia de esta diferencia entre sentido y significado gracias a tres amigos indígenas Cheyennes quienes hablaban perfectamente el inglés. Un día estábamos conversando y el más viejo me dijo
“Es muy difícil hablar con personas que se consideran ‘modernas’ porque nunca aprendieron a hablar con sentido. No entienden los sentidos de las palabras de su propio idioma. Ni siquiera entienden el sentido de ‘moderno.’ Hablan desde la opinión y desde ideas recibidas pero prestan poca atención a la naturaleza real de las cosas sobre las cuales opinan tanto. Buscan la “idea correcta” e preguntan si su idea “es correcta” para nosotros. Luego nos preguntan sobre nuestras “creencias,” sobre nuestra forma de ver al mundo.
Nuestra manera de ver al mundo es abriendo nuestros ojos. Esa es la manera de ver al mundo. Se nos hace muy raro que los blancos y otros pueblos conquistados ni siquiera entienden el sentido de su propio idioma. Hablar, para nosotros, implica hablar con sentido. Para nosotros hay una ética básica en pedirle la atención a otro ser humano al hablarle. La atención de otro ser humano es algo sagrado, merecedor de respeto.
Esta ética básica implica hablar con sentido, con propósito y no sólo especular sobre la realidad o descargar su frustración en otra persona. La persona que habla sin sentido está enferma o está buscando a manipularte, a encaminarte por senderos ilusorios que te llevan a trampas. Más allá de lo que pienses que una palabra signifique, cada palabra tiene un sentido que refiere a cosas reales y no sólo a conceptos tejidos de conceptos e de opiniones sobre las cosas. Si realmente quieres entender a una persona indígena, primero tienes que a aprender a hablar TU propio idioma CON SENTIDO, hablar desde tu experiencia y no sólo de opiniones tejidas sobre opiniones que recibiste.”
Fue la primera vez que alguien me indicó que hablar con sentido es otra cosa que hablar desde su opinión o sus creencias. Podemos hablar desde la realidad y no sólo desde la opinión. La vida tiene realidades y estamos EN esas realidades. Nuestros actos y palabras reflejan estas realidades o las ignoran y nuestro hablar desperdicia la atención de nuestro interlocutor y hasta la realidad que vivimos. Cuando prestamos atención alrededor nuestro y a nuestro interior, empezamos a entender qué tipo de impactos estamos teniendo en nuestras realidades.
Nos cuesta imaginar que los significados que damos a las palabras comunes sean distintas a sus sentidos etimológicos (del Griego etymos- verdadero, real, existente, palabra a su vez derivada del Indo Europeo esse que indica ser, y del Griego lógico-pensamiento, palabra). El sentido ver-dadero de las palabras que usamos sólo se encuentra con el uso de nuestros sentidos en conexión con la naturaleza de lo que hablamos en su realidad. Es decir: el sentido de las palabras se encuentra en la realidad que apuntan y no sólo en ideas sin conexión a lo que es. Lo ver-dadero presupone una dispoción a ver.
Cuando doy charlas o enseño, siempre digo:
“Mis palabras no son la verdad. TÚ eres verdad viviendo dentro de verdades. El valor de mis palabras sólo se encuentra cuando cada uno de nosotros ve, toca y aprecia la verdad de las realidades que somos y que habitamos.”
Así va con este escrito. Busca su sentido en tu vida y no habrás perdido tu tiempo.
Hay un dicho chino:
“Cuando el sabio apunta la luna el tonto queda examinando el dedo.”
Pasé muchos años como uno de esos tontos. Pensaba que yo era muy sabio porque me volví «experto» en varios dedos que apuntaban la luna. Nunca imaginé que después de “ser iniciado” todavía me faltaba “ir a los inicios de las cosas, a sus realidades y a las mías.”
La iniciación es un empujón que sólo revela su fruto en el acto de llevarse a uno mismo al inicio de las cosas, a sus realidades ver-daderas, sus formas, olores, texturas, sabores, sonidos, colores y mutaciones. Un iniciado que realiza su iniciación desarrolla su capacidad de interesarse en la esencia de las cosas, sus principios, y de descubrir y conectar de nuevo con sus naturalezas, como verdadero principiante.
En el Tao te Ching Lao-tzu dice
Cuando el caminante actúa el pueblo dice: «Nosotros lo hicimos.»
Te voy a dar un ejemplo del impacto de la iniciación en nuestra vida:
¿Sabes picar cebolla?
Cualquiera persona que haya recibido una formación profesional de cocinero tuvo la sorpresa, en sus primeros días de escuela de cocinero, de descubrir que no sabía usar un cuchillo, no sabia qué cuchillo usar y que no sabia picar cebolla. Muchos alumnos sienten algo raro cuando un cocinero profesional les dice: “La primera cosa que tienes que aprender para ser cocinero es el uso de un cuchillo y como picar cebolla.”
Que alguien nos diga “Nunca aprendiste a picar cebolla” suena como un chiste, hasta como un insulto para quien tenga años o hasta décadas cocinando. Tal vez el aula tenga madres y padres que tienen toda la vida picando cebolla y preparando todo tipo de platos para las gente que ama. Pero algo falta, algo esencial: el respeto, por conocimiento, de las formas y de la funciones de todo aquello que transformamos en comida e de todo aquello que usamos para hacer esta transformación.
No quiere decir que el alumno no sepa preparar comidas deliciosas ya. No quiere decir que no tenga un montón de conocimiento sobre todo tipo de temas de alimentación, de especias, de lo que fuera. Pero sin la base inicial desde lo que se usa para llegar a un resultado, desde el reconocimiento y el respeto hábil de sus naturalezas y desde sus principios, algo faltará siempre.
Muchas veces justificamos que no necesitamos aprender cosas tan básicas como el uso de los cuchillos o como picar cebolla, para seguir con este ejemplo, cuando ya sabemos preparar plato muy elaborados. ¿Qué importan los fundamentos si ya logramos resultados complejos?
Para la persona que nunca recibió esta base el costo de lo que ignora – literalmente de su ignorancia – le es invisible, desconocido….
y constante.
Pagamos la ignorancia a lo largo de nuestra vida pero atribuimos este costo a la naturaleza de lo que ignoramos. Llegamos a todo tipo de conclusiones sobre un montón de temas sin tener la capacidad de reconocer cuánto nuestra ignorancia está impactando nuestra percepción de la vida: “Cocinar es muy cansado. Toma mucho tiempo, etc.” Esa es la naturaleza de la ignorancia: se ignora. No sólo se ignora lo que no sabemos, más aún se ignora por completo cuánto nuestra experiencia podría ser distinta.
Lo que perdemos al no recibir iniciación es algo que ignoramos por completo. Y lo que podríamos ser al realizarnos en nuestras realidades iniciales y los principios de nuestro propio contacto con la vida también es algo que ignoramos. Pero lo ignoramos. Es decir, la ignorancia no sólo es el acto de ignorar, también ignoramos que estamos ignorando. O sea, no extrañamos lo que nunca entró en nuestra consciencia. Estamos rodeados de gente “buscando un sentido a sus vidas” y quienes hasta lo dicen y ¡nunca se les ocurriría que tal vez tendría algo que ver con el uso o no-uso de sus sentidos en sus vidas!
Para personas iniciadas la mecánica cultural moderna es algo hasta medio escalofriante: “No entienden lo que hablan. Buscan un ‘sentido’ a su vida pero hacen todo para no sentir la realidad. Su único criterio es ‘sentirse bien’ pero no quieren sentir lo que viven porque lo que viven no se siente agradable pero no quieren dejar de vivirlo. Lo ignoran y no quieren saber.”
Recién estaba con una amiga quien decidió hacer y vender empanadas y hacía empanadas deliciosas. Un día la ayudaba a prepara un montón de relleno para un pedido muy grande. Mi amiga me dijo: “¡Estoy harta de picar tanta cebolla!”
“Te entiendo.” Tenía tiempo mirándola picando cebolla y otras verdura pero me quedé callado. Ya iban varias veces que había ofrecido enseñarle como usar una cuchillo y picar cebolla. Me dijo que tenía su manera de hacer las cosas. Y hacía tiempo que aprendí que los consejos no-pedidos no son bienvenidos y que la mayoría de los consejos pedidos tampoco son muy bienvenidos.
Nadie le había enseñado como aprovechar el diseño de un cuchillo de cocinero para facilitar su tarea y cuando se lo había mencionado en otras ocasiones no le interesaba.
En culturas sin iniciación poco imaginamos que haya algo merecedor de ser aprendido en lo sencillo, lo inicial. Y poco imaginamos el costo de no aprenderlo y que tal vez estos costos amontonados están coloreando casi toda nuestra vida.
Mi amiga tenía toda su vida preparando comida a su manera. Es una persona entregada, trabajadora, dadivosa, generosa. Cuando empezó a preparar comida por cantidades tardaba y se cansaba mucho usando su cuchilla chiquita y haciendo mucho esfuerzo con sus dedos y sus manos, cortando la cebolla y luego volviendo a picarla en la tabla para que quedara bien chiquita.
“¿Qué puedo hacer? Tal vez debería de comprar un procesador de comida. Pero cuestan mucho e no duran mucho tiempo. ¿Cómo ves?”
Cuando hacemos preguntas, ¿cómo las hacemos? ¿Imaginamos realmente que haya la posibilidad de una respuesta distinta a la que adoptamos en nuestra vida? ¿Escuchamos realmente o vamos inmediatamente a la defensa de nuestra frustración, afirmando otra vez la imposibilidad de otras opciones?
Cuando empecé a vivir con amigos indígenas una de la primeras cosas que aprendí fue a no imponerme con mis preguntas. Con algunos maestros de Tai Chi de China fue igual. “Si surge una pregunta, ¡observa! Busca TU respuesta” me decían.
En muchos linaje iniciáticos las preguntas no se hacen al otro y no se hacen gratuitamente. Se hacen a nosotros mismos y se responden con atención y no con opiniones. Y se hacen prestando la atención en las cosas básicas: el fuego, el agua, la forma de estar parado, su postura, o algo tan sencillo como la manera de cortar una cebolla.
Pocos de nosotros fuimos criados así. Preguntamos mucho y escuchamos poco. Prestamos menos atención aún. Muchas veces hacemos preguntas y ya hacemos otra pregunta en medio de la respuesta de nuestro interlocutor. Habrá quien piense que estoy hablando en contra de las preguntas. Es todo lo contrario. Estoy hablando de realmente valorizar nuestras preguntas prestando atención a las realidades que apuntan.
-“Sí,” dije, “esas máquinas se rompen rápido si no son de buena calidad.”
“Es cierto. Pero que podría hacer mientras porque tengo que picar 5 kilos de cebolla HOY?
-¿Quieres aprender algo de verdad o sólo quieres expresar tu frustración?
“No, quiero una solución.”
-Bueno, va a sonar medio raro pero hay un arte en picar cebolla, ¿sabes? Hace unos años un amigo francés me enseñó como picar cebolla. Tenía años picando cebolla y nunca me imaginé que tenía algo por aprender a propósito o que ni siquiera sabía usar un cuchillo. Además al amigo le encantaba venir a mi casa dos o tres veces por semana para comer mi comida. Era un amigo formado en el aprendizaje de gremio de siete años en Francia y también fue alumno mío, entonces me tocaba aprender de él también. Cuando él me dijo que había un arte en usar un cuchillo y que era obvio que nadie me lo había enseñado le dí mi atención. Sentía que me regalaba algo y para mi fue un honor que alguien me mostrara algo que ha sido tan útil y placentero en mi vida.
“¿Pero qué, me estás sugiriendo que no sepa cómo picar cebolla?” me preguntó mi amiga con algo de indignación.
-Que sepas o no sepas picar cebolla es para ti de ver. Tu te estás quejando de picar cebolla. La pregunta es tuya. Yo sólo estoy respondiéndote. Todo tiene un diseño, que sea una cebolla, un cuchillo, nuestras manos o nuestro cuerpo. Cuando el encuentro de cada estructura facilita el propósito que tenemos para ese encuentro, con un mínimo de esfuerzo logramos trabajar gastando un mínimo de energía y con un máximo de resultados. Es sencillo. Tú te estás quejando de tu cansancio con picar cebolla. No te estoy diciendo cuál es la única manera de picar cebolla. Sólo te puedo mostrar que el encuentro de estas estructuras con el fin de tener cebolla finamente picada puede ser algo lindo, fácil, placentero. A ti de ver si puedes aprovechar una oportunidad de aprender… o no… Cada cuchillo tiene una forma. Está diseñado para una función específica. Cada verdura tiene una forma. Tiene propiedades, texturas y estructuras que se relacionan con la estructura de tu cuchillo. Todo oficio y toda profesión tiene su herramienta. El profesional conoce, respeta y aprovecha el diseño preciso de su herramienta. Cocinar es igual. Puedes usar cualquier cuchillo para cortar cualquiera cosa pero habrá un cuchillo que haga que sea más fácil, dependiendo de la naturaleza de lo que estás cortando. Podemos ofendernos al aprender que no sabemos algo o podemos observar y aprender lo que no sabíamos y gozar de nuestro aprendizaje junto con la energía y el tiempo que nos brinda nuestra nueva habilidad. No es cuestión de saber o no saber algo. La cuestión es si somos capaces de ver, aprender y actuar a favor de la solución que nosotros mismo pedimos.”
“Bueno, ¿me enseñas?”
Le enseñé cómo usar un cuchillo de cocinero. Quedó sorprendida que podría picar cebolla tan rápida y sencillamente, usando menos esfuerzo y más inteligencia en el encuentro del cuchillo con la cebolla. Tardaba la mitad del tiempo de antes, trabajando con más gusto y menos prisa. Habría podido picar cebollar en un quinto del tiempo, pero nunca aplicó lo que le enseñé por completo. Nunca usó un cuchillo de cocinero. Tenía su cuchillo “favorito” e insiste en usarlo. Y así es. Un año después sigue quejándose de que no le gusta picar la cebolla.
Y así es.
Y, como me decían mis amigos Cheyennes, “es muy difícil hablar con las personas “modernas” porque ni siquiera entienden el sentido de lo que ellos mismos están diciendo. Piden soluciones pero no las soluciones que les solucionen sus problemas. Hacen preguntas pero nunca escuchan sus preguntas.»
Los “modernos” expresamos nuestros gustos y disgustos todo el tiempo, al mismo tiempo que nos quedamos inmunes al sentido de nuestras propias declaraciones. Hablamos sin sentido. Luego buscamos una manera de “ganar plata,” “trabajar menos,” “tener más tiempo libre…” sin encontrar las claves en lo que nosotros mismo decimos.
Cuando empecé mi aprendizaje con el hombre que me inició, Rockman, muchas veces me sentía un idiota. ¿Sabes porqué me sentía así? Porque me portaba como un idiota. La palabra “idiota” tiene un sentido relacionado con él de otras palabras como idioma o idiosincrasia. Cuando escuchamos «idiota» solemos pensar que es una palabra ofensiva. Este es el aborde que tenemos con la realidad: o nos gusta o no nos gusta. Si no nos gusta no la queremos ver y mucho menos cuando lo que no nos gusta es algo que hacemos. No nos detenemos en ver la naturaleza de la realidad como consecuencia de nuestros actos, afirmaciones, elecciones e ignorancia.
Que nos guste o disguste es nuestro agregado… es nuestra idiotez. Esta relación con la vida es precisamente lo que la palabra «idiota» apunta. Ir más allá de nuestra idiotez es reconocer que lo que nos gusta o disgusta también es consecuencia, es el fruto de circunstancias, actos y propensidades, incluso de nuestra propensidad a la idiotez.
Idiota es una palabra clave. Su sentido nos indica exactamente cómo nos volvemos idiotas y cómo podemos no ser tan idiotas. Ser idiota no es algo “malo.” Es algo limitante y, a su vez, natural y forma una parte importante de nuestro desarrollo humano.
“Idio” refiere a uno mismo. Un “idiota” es alguien que sólo tiene referencias en si mismo. Literalmente es una percepción “ensimismada.” Lo contrario de portarnos como idiota es usar nuestros sentidos y conectar con las realidades dentro y fuera de nosotros mismos es conectar y ver las relaciones y consecuencias que definen y surgen de nuestros actos.
El propósito de la educación iniciática es de capacitar a cada generación de realizarnos y de habilitarnos a dar respuestas propias a nuestra realidad desde el aprecio, el respeto y la capacidad de responder por cuenta propia a las naturalezas de lo real. En las culturas europeas y muchas otras culturas imperiales, los conquistadores hicieron todo para prohibir la iniciación de los conquistados: porque un iniciado siempre irá a la naturaleza de las cosas mientras un conquistado se contentará en quedarse mistificado e impotente, hasta con una cebolla.
El mundo está llenos de hombres y mujeres cansados de pasar tiempo preparando comida para sus familias. 99% de ellos no saben usar un cuchillo o picar una cebolla y 99% de ellos se ofenderían al escuchar alguien decirles que no sepan usar un cuchillo o picar una cebolla porque son cosas que hacen todos los días. Todos los días pasan horas en la cocina cuando podrían pasar mucho menos. Se cansan, se quejan, quieren comer al restaurante o una comida ya-preparada. Y para ellos cocinar “es así: cansa.” El resto de sus vidas es así también: cansa. Y ponen todo eso a cuestas de lo que ignoran y nunca a cuestas de su ignorancia. “Mis hijos me agotan. Mi esposa me harta. Mi trabajo es aburrido. Las vacaciones son caras. Etc.” Y el 99% de la gente con quienes conversan confirmarán cada uno de esos refranes.
Si alguien les da una respuesta práctica y real a sus preguntas y pedidos, la toman a medias y la aplican aún menos, como si tuvieran miedo de vivir sin quejarse constantemente de lo que hacen.
Si todo esto suena filosófico es que hasta ahora seguramente sólo has entendido el significado de este escrito. Para que este escrito tenga sentido real, TÚ tendrás que ir al encuentra de la cebolla, sí, literalmente. Te tengo un desafío iniciático:
Primero, saca tu camera de video y graba un video de ti picando cebolla como lo haces.
Luego, busca y paga a un cocinero formado profesionalmente de manera completa y clásica y quien trabaje en un restaurante para que te enseñe sus cuchillos, sus usos y como picar una cebolla como cocinero profesional. Y, sí, digo de pagarle, de invertir y de valorizar tu aprendizaje y a los que te apoyen en ello. Lo que aprendes te brindará 5 veces más placer en cocinar, te brindará salud mejor, comida más sabrosa y un ahora del 80% del tiempo que habrías perdido picando verdura sin saber cómo. Y el pagar al otro para que te enseñe no sólo es un regalo para él, es un regalo y una inversión en TU aventura.
Después de practicar el uso profesional del cuchillo durante un mes, graba otro video y observa. ¿Cuánto tiempo ahorraste? ¿Cuánto más relajados son tus gestos, tu cuerpo? ¿Cuánto más placer tienes en picar cebolla?
De aquí puedes profundizar en el aprendizaje. Cuelga una hamaca al sol y contempla. Considera ¿cuántas cosas haces igual a la manera que picabas cebolla, llamándolo “a mi manera” a gestos sumamente inconscientes y sin ni presencia, ni curiosidad, ni posibilidad, ni arte, ni placer? ¿Cuántas cosas iguales de banales y de todos los días podría descubrir, aplicando el mismo respeto de formas, de funciones y de estructuras en encuentros contigo y con las naturalezas de tu vida?
Este escrito sólo apunta a la luna, no te aferres en él. Mira a lo que apunta en tu realidad. Lleva tu atención y tu arte a las naturalezas de tu día a día y descubre los placeres que te esperan cuando llevas tus hábitos y automatismos a la curiosidad, al saboreo y al arte.
¡Atrévete a SER la Riqueza Vital que buscas!
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Marisa
Gracias caminante!!!…Fué un honor conocerlo en persona!!!