Recobrando Nuestra Salud Celular

publicado en: Neurología, Salud | 4

Hay muchas cosas que hemos escuchado de nuestros médicos y de la información sobre «salud» proporcionada por todo tipo de organizaciones. Pasé más de veinte años proporcionando este tipo de información, aconsejando a mis pacientes en cuidados intensivos.

Hay muchas cosas que pensaba saber al transcurso de muchos años de estudio y de experiencia en varios de los mejores hospitales de los Estados Unidos. También había estudiado y practicado modelos de salud, alimentación, meditación y ejercicios orientales desde 1977.

Al enfermarme gravemente en el 2001 descubrí que los consejos alimenticios que seguía y compartía y los conocimientos que tenía fueron de poca ayuda para mejorar mi salud que iba empeorando. Tuve que cuestionar lo que “sabía,” cómo lo sabía y de qué fuentes  había recibido mi “recetario de salud.” Tardé años en hacerlo a fondo porque mis «fuentes» eran reconocidas como «excelentes.»

Pasé más de veinte años de carrera como enfermero en cuidados intensivos en los Estados Unidos, un país en donde los enfermeros tenemos la responsabilidad legal, en un ambiente muy litigioso, de todos nuestros actos incluso cuando seguimos órdenes médicas equivocadas. Me formé y trabajé al lado de médicos y enfermeros de suma excelencia y que han dedicado sus vidas a ayudar a sus pacientes y a sus familiares a hacer las travesías de lo que son, frecuentemente, entre los momentos más difíciles de sus vidas. Me especialicé en cuidados intensivos de traumatología, neuro-traumatología y enfermedades neurológicas. Luego trabajé no sólo en todas las áreas de cuidados intensivos propios, pero también en todos los demás servicios considerados «intensivos». Estos requieren de enfermeros de cuidados intensivos rodados, como la sala de reanimación pos-anestesia, la radiología intervencional y los laboratorios de cateterización de todo tipo.

En los Estados Unidos la responsabilidad legal de un enfermero es de “abogar para el bienestar del paciente” frente a los médicos, los sistemas hospitalarios, y los seguros de salud. Tenemos la obligación legal de encarar cualquier error que veamos y que pueda perjudicar la salud del paciente. En cada turno tenemos la obligación de hacer un examen completo del paciente, de todo su informe médico durante el transcurso completo de su estadía en el hospital, con todos sus exámenes, medicamentos, resultados de análisis, estudios de laboratorio, radiográficos y otros, alergias, preferencias en cuanto tratamiento médico, etc. Tenemos la responsabilidad legal de conocer, responder a y comunicar la totalidad del perfil y de la evolución del paciente en el marco clínico.  Cuando administramos medicamentos somos los responsables legales si hubo error, aunque sea un error de parte del médico quien recetó los fármacos. La “enfermería” en otros países es muy distinta con respeto a esta responsabilidad legal y médica.

A lo largo de mi carrera tuve que encarar a médicos numerosas veces por  órdenes equivocadas o incompletas y que yo no podía, ni iba, a seguir porque ponían al paciente en riesgo. También trabajé con muchos médicos y enfermeros que eran una fuente de inspiración y aprendizaje continuo. Pasé décadas en un ambiente intenso, demandante y preciso, además de ser intensivo. Si algo de «intensidad» haya en mis escritos, tal vez algo tendrá que ver. Mi primera profesora de enfermería, una sesentona dinámica, brillante, apasionante y de suma excelencia, fue la que me convenció estudiar la carrera de enfermería. Describía la enfermería como «el arte y la ciencia de cuidar.» En su persona vi la belleza, la inteligencia y la entrega de tal propósito.

Cuando despedía a cualquier paciente del hospital, parte de mis responsabilidades incluía educar al paciente a cuidarse cuando regresaba a su casa. Entre los muchos consejos que dábamos, y generalmente en último lugar, eran las recomendaciones alimenticias. Muchas veces  los dábamos junto con un panfleto impreso por la asociación cardíaca o diabética u otra, según el diagnóstico del paciente. Nunca cuestioné esta información, al contrario. Había pasado mi vida entera comiendo cereales integrales, evitando la grasa saturada, la carne roja, comiendo mucha fruta, mucha verdura, aceites vegetales, productos de soja… todo lo supuestamente «bueno» tal y como ya lo había entendido mucho antes de formarme como enfermero. Y con toda la información que parecía «más importante,» como el cuidado de una sonda, o la necesidad de llamar al médico o a una ambulancia en el caso de padecer de ciertos síntomas, lo de la comida quedaba más o menos hasta el final y consistía en consejos generalmente «ya sabidas por todos». Tampoco presentaba mucha novedad para el paciente. Todos hemos escuchado casi lo mismo, por el mundo entero, que sea de los médicos, las enfermeras o de la televisión.

También participé de otros aprendizajes desde muy joven. En 1977, a los 13 años, un tío que recién había padecido un infarto cardíaco me invitó a un taller de fin de semana de cocina macrobiótica. Un judío francés y sumamente interesante, quién había vivido unos años en un monasterio zen en japón, nos maravilló con manjares, cuentos y enseñanzas alrededor de una cocina durante dos días. Fue mi entrada en los mundos de las filosofías, la cocina, la medicina, la meditación y las prácticas orientales.  Sentí que se me habría abierto la puerta de un mundo antiguo, sabio, fascinante y anhelado.  Me enganché.

A los pocos años más tarde pasé dos años como monje hindú, estudiando los escritos sagrados de la India y entrando al mundo del yoga. En 1989 empecé a estudiar Tai Chi, Chi Kung y luego la teoría de los cinco elementos y sus aplicaciones para la salud.

Pero en el 2001, a los 37 años, empecé a tener problemas de salud graves. Me costaba creer que tantos años de “vida sana” tuviera un resultado tan desastroso. Seguí empeorando durante 8 años.  A pesar de haber pasado mi vida fascinado por la biología, la salud, la medicina de punta en cuidados intensivos junto con la medicina y filosofía de salud chinos, estaba confrontado con el hecho de que no tenía un entendimiento coherente y eficaz de la salud. Sabía un montón sobre todo tipo de enfermedad. Tenía décadas «cuidándolas,» cosa que no es de menospreciar. Pero no quería pasar el resto de mi vida, ahora que de repente era paciente, «cuidando de mis enfermedades.»

Quería recobrar mi salud. Ahora que estaba mal me dí cuenta que tanto los consejos de la medicina convencional como los de la medicina y los médicos orientales, no tenían ninguna coherencia con respeto a mi salud.  Al mismo tiempo me quedaba claro que  mis amigos médicos harían todo lo que pudieran para mis enfermedades. Pero de repente me di cuenta que en todo este panorama médico de repente la salud se volvía algo efímero y en la periférie de lo a que había dedicado mi vida. No sabía cuidar de salud.  Estaba formado en cuidar de enfermedades. Y entendía perfectamente cual era la trama de cuidado de enfermedad para alguien que ya, a los 37 años, empezó a mostrar una degradación general de su salud.  Quería salud, no cuidar de mis enfermedades.

Ya tenía más de una década practicando Tai Chi y Chi Kung también. Cuando me enfermé empecé a practicar y a estudiar más Chi Kung médico. Aprendí cosas fascinantes, teorías muy bellas, prácticas sumamente inspiradas y placenteras. ¿Y mi salud? De mal en peor.

Tardé muchos años en cuestionar lo que pensaba ser mi “conocimiento” que había pasado décadas repitiendo con mis pacientes. Antes de llegar a ese cuestionamiento más bien me puse «más estricto» en aplicar lo que ya sabía. Los resultados fueron aún más desastrosos. Descubrí algo sorprendente de la salud: cualquiera teoría de salud que abracemos y apliquemos en nuestra vida nos parecerá acertada… hasta que de repente nos encontremos enfermos. A la hora de enfermarnos tenemos la impresión de que “todo me vino encima.” Pero no es así.

Tardé más de ocho años en entenderlo.  Con todas las tremendas teorías, artes y ciencias que había estudiado acerca de la supuesta salud algo esencial faltaba: un entendimiento de la Vida desde la Vida; su diseño, sus fundamentos, sus principios, proporciones y relaciones.  ¡Nunca se me había ocurrido que las supuestas «biología» y «medicina» modernas se basan sobre modelos puramente mecánicos!

Afortunadamente, empezando en 1984, había entrado en un aprendizaje con maestros indígenas en los cerros sagrados.  Gracias a ese aprendizaje y sus requisitos de viajar y vivir con muchos pueblos distintos, tenía muchas referencias vivas de gente de 100 años de edad cuya lucidez, sabiduría e incluso fuerza y capacidad física sobrepasaban las mías cuando tenía 35 años.  Y eran varios de pueblos, geografías y costumbres distintos.

Con ese aprendizaje que se hacía conviviendo con pueblos distintos, fui aprendiendo cuanto la «modernidad» es el fruto de una deshumanización profunda. Estamos aceleradamente remplazando nuestras capacidades naturales con un sinfín de muletas tecnológicas.  No me rendí.  Sabía que me faltaba entendimiento. Sabía que me tocaba a mi fundamentarme en realidad y que agregar teoría encima de teoría, receta encima de receta, y práctica encima de práctica no era la vía. Todo eso ya había pasado siete años haciéndolo con resultados desastrosos. Tenía que ir a las bases de la vida, no otro «remedio» o «formula.» O sea, había una separación entre lo que pretendía «saber» y mi naturaleza viva.

Probé muchas cosas, tanto con la medicina alópata como la oriental. Poco me ayudó de verdad. Pero hubo esos «pocos» al transcurso de los años, y cada uno iba directamente en contra de lo que yo ya «sabía.»

Quedaba claro que todo lo que estaba haciendo y no haciendo no me estaba llevando a buen puerto. Volví a los principios. Primero fui a un Cerro Sagrado para «vaciar mis bolsillos» y pedir ayuda de la Vida.  Ya me quedaba claro que todo mi «conocimiento» era ignorancia disfrazada.

La Vida me dijo «quítate el disfraz.» Me enseñó el Círculo.  Me recordó que en todas las ceremonias a las cuales había asistido, siempre estaba el Círculo.  Siempre. «Empieza con el Círculo más pequeño y no pretendas que sea menos que el Círculo más grande,» me dijo.  «¿Cómo hago eso?» «Ya te dije cómo, ¡HAZLO! Busca los Círculos más pequeños y el Círculo te enseñará.  ERES un Círculo.  Olvida todo que tu piensas ser o saber ya que no sabes ni ser ni saber, pero aún ERES, Para SABER, tienes que saber que es el Círculo de la Vida que SABE.» «Bueno,» dije, «voy a empezar con la célula.» Salió el Sol y la Vida me sonrió.

Fui donde tenía mis libros guardados. Abrí los cartones en los cuales había guardado mis textos de biología celular y de bioquímica de los años que estudié microbiología, antes de formarme como enfermero.

Entonces empecé con un cuestionamiento básico de lo que es salud, a nivel celular. ¿De qué se hace una célula?   Volví a la naturaleza que nos constituye como principiante. Descubrí todo un mundo de investigaciones médicas y científicas maravillosas, sencillas, sensatas, prácticas, eficaces y basadas en las realidades de nuestra salud celular. No una serie de algoritmos de que «si tienes esto te damos o te hacemos aquello,» pero el diseño de la vida, nuestra vida, hecha para resplandecer, para estar bien de manera natural y sencilla en la medida que respondemos con sencillez y humildad a nuestra naturaleza, en vez de agredirla con más teorías e ideas desligadas de la Vida.

Descubrí la lógica de la vida. En cada paso que me devolvió a salud volvía a

salud celular
Mitocondrias

fundamentos muy básicos en nuestra biología celular que había estudiado muchos años antes. Junto con una sensación de profundo maravillamiento y agradecimiento con cada mejora de mi salud, también vivía una profunda sensación de verguënza.

Me pregunté ¿Cómo pude, al haber aprendido tanto de la medicina “avanzada,” haberme distanciado tanto de la biología celular básica? ¿Cómo era posible que recobrara mi salud tan sencilla y rápidamente sin haber recibido ninguna de estas pautas en los mundos médicos en los cuales había hecho carrera? Junto con mi bienestar creciente, la pregunta me asombraba al darme cuente de una tal divergencia de la medicina supuestamente “moderna” con la sabiduría de una vida evolutiva que, al transcurso de miles de millones de años y generaciones, se ha ido adaptando a vida para vida y con vida.

Me gustaría compartir contigo fuentes y perspectivas sobre tu salud para que puedas apreciar y beneficiarte de ellas.

  • Esta charla del endocrinólogo venezolano Dr. Ludwig Johnson será MUY aclarador del por qué de la obesidad y de la diabetes hoy en día y el papel de las «carbodrogas» en su desarrollo.

  • Cuando miras en el espejo y te ves allí reflejado, considera que el 90% de las células dentro de tu piel ¡ni siquiera son humanas! La neuróloga rusa y madre de un hijo autista, la Dra. Natasha Campbell-McBride hizo un descubrimiento sorprendente con respeto a la coherencia del cuerpo, de nuestra neurología y de nuestra salud en todas sus manifestaciones.

  • Pasando mucho tiempo en bosques, selvas, montañas y desiertos es común encontrar esqueletos y mandíbulas de animales muertos. Y es muy raro encontrar mandíbulas con dientes mal alineados o deformados. ¿Porqué será que tantos seres humanos nacemos sin cupo suficiente para nuestros dientes en nuestras mandíbulas y con tanta deformación dental? Un dentista, el Dr. Weston Price se interesó en el fenómeno cuando, por primera vez y en los años 1930, llegó a una comunidad suiza incomunicada por carretera y se sorprendió a ver las caras y las sonrisas de los habitantes. Al ofrecer exámenes dentales gratuitos a los habitantes le sorprendió que casi ninguno tenía caries, sus mandíbulas acomodaban todos sus dientes, incluso los de juicio, y sin los problemas tan comunes entre sus pacientes de costumbre. Entonces empecé con un cuestionamiento básico de lo que es salud, a nivel celular. ¿Cómo se hace una célula y de qué? Poco a poco descubrí todo un mundo de investigaciones médicas y científicas realmente maravillosas, sencillas, sensatas, prácticas, eficaces y basadas en las realidades de nuestra salud celular. Viajó por el mundo visitando comunidad autóctonas y encontró algo sorprendente.

  • La doctora Terry Wahls empezó a debilitarse con esclerósis en placa. A pesar de recibir los cuidados de los mejores neurólogos especializados en esclerósis múltiple de los estados-unidos, empeoró muy rápido. Empezó a hacer unas preguntas muy sencillas en cuanto la naturaleza de su problema. Respetando y restaurando la naturaleza celular de su problema, muy rápidamente recobró su salud. ¿Cuáles fueron sus preguntas? ¿Cómo podríamos hacer estas mismas preguntas y encontrar respuestas similares en nuestra vida? (2a parte de la charla de la Dra. Terry Wahls)

  • El Dr. Vincent Felitti, director médico de un programa de salud preventiva sumamente exitoso, ayudaba a sus pacientes a liberarse de adicciones, dejar el tabaquismo, bajar de peso, bajar su tensión arterial y aumentar su actividad física. Sus pacientes mejoraban en todos los índices de salud. Fue premiado y reconocido por sus resultados. Luego sus pacientes empezaron a sobresalir en otra medida: la de suicidios exitosos. ¿Porqué? Empezó a preguntárselo a sus pacientes aún vivos y descubrió que con sólo hacerles las preguntas, podía mejorar su salud. ¿Cuáles preguntas?

  • Cuando uno se vuelve “paciente cardíaco” en general es por vida. La alta tensión, los infartos y el fallo cardíaco requieren de cuidados seguidos, medicamentos, una dieta “cardíaca” y actividad específica para el resto de su vida, según el modelo médico comunmente aplicado en cardiología. Ya con tener un infarto, la mayoría de pacientes tendrán otro dentro de algunos años. El Dr. William Davis, cardiólogo, al ver los estragos de enfermedades cardíacas, decidió aplicar los mismos consejos dietéticos que daba a sus pacientes a su propia vida, y desde sus años de residencia en cardiología. Al cuidar pacientes cardíacos no quería volverse uno. Imagina su sorpresa al descubrir que estaba pre-diabético, tenía la tensión arterial alta, el peso y los trigliceridos elevados. ¡Con tantos años de “cuidarse” tal y como aconsejaba a sus pacientes, había logrado un perfecto perfil de paciente cardíaco! Se sentía mal de salud y mal con los consejos que daba a sus pacientes. Empezó a cuestionar estos consejos “cardíacos” mundialmente “aprobados” que seguía y que daba a sus pacientes. Empezó a investigar y recobró su salud y a ayudar a sus pacientes a recobrar la suya. ¿Qué hizo? (2a parte de la entrevista, 3a parte)

  • La neuroanatomista, Elizabeth Gould, al estudiar y revolucionar nuestro entendimiento de la neuro-génesis, la generación de nuevas neuronas, descubrió cuán brillante es nuestra naturaleza y cuán fácil es frustrarla. Descubrió que lo que llamamos pobreza o riqueza es un estado celular.

4 comentarios

  1. Mis Secretos De Cocina | 7Wins.eu

    […] English Lesson… – El Libro de OroMi Cocina Metabolica: El Secreto De Un Cuerpo Sano Y PerfectoLaura Ponts | O lo comes o lo dejasTuna Hummus Volovanes – Nibbles and FeastsThe Mexican Cook Book (1971) – Platanos Fritos / Fried Bananas | La Cocina Histórica No soy cocinero profesional | Tomás en la cocina ¿Qué hago con mis almohadas viejas? – Sol | Mujeres 2.0 Recobrando Nuestra Salud Celular » Riqueza Vital: ¡Para Vivirla! […]

  2. Tomas mendoza ruiz

    Gracias maestro ,de solo conocerlo me despreocupo de mi mal y me siento priviligiado de poder curarme y aprender de divina curacion.

  3. Eduardo

    Hello O,

    This is Eduardo. We met in Brazil a couple years ago… You stayed for a couple weeks at our farm in the South of Brazil (Caxias do Sul), and I met you through my uncle Daniel. I would really like to get in touch with you to share some of my last experiences and the positive impact that the days we spent together had on my life! Hope to hear from you soon.

    Best Regards
    Eduardo
    Lisbon – Portugal

    • Caminante O

      Oi Eduardo!
      Que boa surpresa te lêr. Pode me dar uma ligadinha pelo Whatsapp quando puder. Já te agregei no meu.
      Um abraço e saudações pra o tio Dani e pra o Henrique quando você falar com eles.

      O

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